Viajes
Pigmentados
Traducción: Manuel Nogueira
En el curso de los viajes de Buenos Aires à Tokyo, pasando por New-York, Riga, Sydney, Bangkok, Kaikoura, Montréal… hasta Tunez o Iguazú, la experiencia se alimenta de encuentros plásticos, y participa en la creación de trayectorias. El espectador-actor de su recorrido o viajero sensorial, observa, palpa, experimenta los materiales, y por sus trayectos sensoriales, se crea un itinerario personal, a través de ese viaje pigmentado .
Mi itinerario artístico se encuadra en una tradición iconográfica consistente en coleccionar materiales en una primera etapa y emsamblarlos en una segunda, al igual que los nuevos realistas que, insertan la vida real en el arte. Mi trabajo es asimismo un guiño a los carnets de viaje de Delacroix quien, por primera vez en la historia del arte, integra en sus obras los recuerdos de sus estancias en Oriente mezclando los textos con las imágenes y las acuarelas con los herbarios. Picasso es el primero que a través de su “Naturaleza muerta sobre silla de rejilla”, en 1912, cuestionará la estructura de la superficie de los cuadros introduciendo materiales y técnicas extrañas, en un principio, a la pintura artística.
En mi exploración plástica, la mezcla de medios se articula entre dos y tres dimensiones casando la pintura con la fotografía y transformando la escultura en pintura. Citemos a los pictorialistas de comienzos de siglo, Arnulf Rainer e incluso Pierre et Gilles que pintan sobre fotografías, estos actores hacen evolucionar la mirada sobre la foto pero sobre todo la utilización de su soporte. Sus bajorrelieves presentan diferentes materiales recolectados y ensamblados en el curso de sus viajes en una treintena de países por los cinco continentes. Estos materiales, naturales o artificiales , recuerdos o momentos fotográficos son presentados o representados, confrontados, confundidos, casados entre ellos, permitiendo de este modo establecer correspondencias visuales, materiales y plásticas.
Los elementos recolectados en todo el mundo se fusionan en un conjunto: un bajorrelieve que propone a todo aquél que lo observa recorrer un itinerario propio. Recorrido que será táctil, olfativo, visual, gustativo o auditivo a elección propia. Las correspondencias entre los sentidos son posibles; de ese modo el arte deviene un medio de percepción cinestésico.
Los diferentes materiales en papel, sean periódicos, seda, tickets o fotografías constituyen la base de la obra en dos dimensiones que con la incorporación de los objetos, transforma ciertos espacios en tridimensionales. La pintura por su trazo y diseño se transforma en escultura, más precisamente en bajorrelieve con el fin de trazar la ruta a seguir por el espectador. Como subraya Marcel Duchamp “Es el espectador quien hace la obra”. Yo los invito, no solamente a hacer la obra, sino a vivirla y experimentarla.
Materiales como ópalos de Nueva Zelanda, piedras preciosas de Brasil, hoja de oro de Thailandia, sellos, diferentes monedas, fragmentos de periódico, fotografías, dibujos, bocetos de cuadernos de viaje, se reúnen permitiendo a quien los contempla transitar un camino, a través del bajorrelieve, testimonio de una fusión de fragmentos y recuerdos de numerosos viajes.
En ciertos trabajos, compuestos de alimentos, dulces o pasteles, el espectador será invitado a comer la continuidad de su recorrido, como ejemplo un bombón en espiral que terminará su carrera en el estómago del espectador. Así se plantea una interrogación a la noción de consumo del arte. El viaje culinario propone una desmaterialización de ese mismo viaje mental.
Esta integración de las piezas constituye el testimonio de una época, de diferentes influencias gráficas, visuales y plásticas al igual que sucedería en un mercado de Kyoto o de Buenos Aires, donde se encuentra de todo,... los medios se conjugan en género, en número y en propiedades plásticas y llevan al espectador a aprehender la obra conforme a su sensibilidad.
Por mi experiencia profesional en el entorno de niños y adultos en situación de discapacidad mis obras se vuelven accesibles a todos, proponiendo al espectador- viajero privado de vista, efectuar un recorrido a través de la tela por otro medio de lectura, el tacto, que deviene un medio de locomoción favoreciendo la circulación en la obra.
Tocar nos permite seguir el itinerario trazado por la pintura en relieve, recorrido interrumpido por obstáculos que obligan al viajero a cambiar su ruta y consecuentemente la lectura que efectúa del cuadro. El itinerario no es, por lo tanto, fijo e inmutable, es individual, permitiendo perderse en la superficie del cuadro al encuentro de diferentes aspectos culturales, naturales o efectuar un cuestionamiento frente a un sujeto de actualidad.
Se trata de liberar la pintura de su soporte y escapar a los límites del lienzo: invasión de los márgenes del cuadro... las masas y objetos laterales reclaman su autonomía.
Aunque la linea simboliza un recorrido a efectuar, el espectador puede encontrar punteados, símbolo de discontinuidad de la línea, evocando de ese modo un espacio de libertad en el cual el viajero-espectador puede perderse. No es ya un simple espectador sino un actor de su itinerario sensorial.
El recorrido es variable, el espectador puede seguir su sensibilidad cromática, buscar propiedades plásticas y estéticas similares entre dos materiales. Se puede contemplar atendiendo a la correspondencia entre las lineas verticales y horizontales, que cuando se juntan forman un damero, espacio mental regido, no por rigor matemático (dibujo) sino por rigor poético (pictórico y cromático). Este espacio permite escaparse de las limitaciones demasiado estrictas de un damero pesadamente convencional. Esto concuerda con la exigencia de Mondriani: solamente los horizontales y verticales, cargados de fuerte simbolismo, se identifican con el hombre por la verticalidad y con la mujer por la horizontalidad., o incluso Dios o ser humano.
El damero, sistema de medida del espacio en el Renacimiento, es contemplado como un medio de sustraernos a un destino prefijado, dictado y orientado. Si está presente en mi obra, tiende a deformarse, liberando las líneas de límites demasiados estrictos facultando al espectador-viajero para ser actor.
La espiral frecuenta y deambula por la tela, como las serpentinas o confettis de un carnaval. En la época manierista la espiral construía el espacio del cuadro como en “La Virgen del cuello largo du Parmesan” hacia 1535. Evoca igualmente la trayectoria de un sendero, una ruta, un camino. Cuando las líneas se juntan, forman un damero, que constituye un espacio mental, que faculta al espectador como actor de su propio recorrido.
Como un peón de un juego de damas o ajedrez, el espectador puede convertirse en una torre, un rey, un loco u otro peón con el fin de efectuar el viaje onírico. El espectador es un punto sobre el damero, un electrón que busca escaparse de las líneas demasiado estrictas que le aprisionan. La focalización interna le permitirá reemplazar al peón, y efectuar su camino, sin ser manipulado por un jugador.
A través de diferentes recorridos en los países de las formas, de los colores, de los volúmenes, de los relieves, y de otras propiedades plásticas, el espectador es invitado a convertirse en actor de su viaje pigmentado. El carácter interactivo de la obra posibilita al viajero el conocerse mejor a si mismo como un viaje enriquece a aquel que lo hace. La utilización de espejos le permite gracias al reflejo de su imagen y del universo en el que está, hacer una introspección sobre si mismo.
En el curso de los viajes de Buenos Aires à Tokyo, pasando por New-York, Riga, Sydney, Bangkok, Kaikoura, Montréal… hasta Tunez o Iguazú, la experiencia se alimenta de encuentros plásticos, y participa en la creación de trayectorias. El espectador-actor de su recorrido o viajero sensorial, observa, palpa, experimenta los materiales, y por sus trayectos sensoriales, se crea un itinerario personal, a través de ese viaje pigmentado.